Tengo un primo que siempre presume lo bien que le va en las reuniones familiares. Habla de sus autos, de sus contratos millonarios y de sus interminables viajes, mientras yo tengo que desviar la conversación cuando se aborda mi vida para no hablar de mis deudas bancarias y el auto que no he podido cambiar desde hace ocho años. Sé que debería alegrarme por su éxito, pero no puedo. ¿Qué hago?

Uno de mis clientes lleva cinco años quedándose calvo. Hay muchos cortes de cabello que podría hacerse para disimular un poco su condición, pero nunca acepta la sugerencia de intentarlos. Simplemente vive para quejarse de la abundancia de cabello de otros clientes y de que la ciencia médica no haya encontrado aún el remedio para la calvicie. Al principio simpatizábamos con él, pero cada vez la gente se harta más de su misma cantaleta y de su afán por culpar a otros de lo que le molesta. Eventualmente vas a tener que asimilar que el éxito de tu primo no tiene nada qué ver con tus frustraciones. Pero mientras más pronto lo hagas, menor será el riesgo de que tu familia se harte de ti antes que hartarse de él.

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