Hay dos chicos que trabajan para mí en el bar; uno siempre se queda hasta tarde para resurtir la barra y el otro se va en el minuto exacto en que su turno termina. El que se queda más tarde deja pegajoso el trapeador; el otro, no. El que se va tarde siempre entrega mal las cuentas; el otro, siempre me las da perfectas. Odio decirte esto, Michael, pero a nadie le importa qué tan tarde te quedes en la oficina, ni siquiera a tu jefe. Solo necesitas cumplir tus fechas de entrega y trabajar para el beneficio de la compañía. ¿Quieres lucirte? Enfócate en tu trabajo, no en las horas extras.
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